Una bocanada de aire fresco. Ligero, necesario y -jodidamente- efímero. Así has sido para mí. Viniste sin yo desearlo, ni buscarlo, pero lo cierto es que fuiste el motivo principal por el que levantarme unas cuantas las mañanas. El mundo es un poco menos malo porque existes, te lo aseguro. Y eso que ha sido escaso. Me siento bastante estúpida al indagar en mi cerebrito de post-adolescente y descubrir que en tan poco tiempo despertaste algo muy grande. Algo que hacía mucho que no tenía la fortuna de sentir.
No te puedes hacer una ligera idea de toda la felicidad que me proporcionaste sin siquiera saberlo. Y, la verdad, te envidio por ello. Ya me gustaría a mí ir por ahí regalando pequeños momentos de gloria o haciendo que alguien reventase los índices de felicidad como hiciste tú conmigo. Bueno, qué cojones, me gustaría reventar tus índices de felicidad. Pero… lo que no se puede, no se puede. Y además es imposible.
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