23 ene 2012


28 de abril

Querido G:
Me gustaría recordarte que te conté mil historias más de mi madre y sus hermanas, de mi infancia y de toda mi vida en general, aunque no las recordarás porque te han pasado cosas mejores que yo y supongo que esas cosas necesitan un hueco más grande en tu memoria. 
Pero yo con tener un rinconcito en tu corazón me conformo. Sabes que siempre fui feliz con un poco de ti. Con que me dieras la mano aunque fuera con los guantes puestos, con me dijeras que te gustaban las canciones en inglés porque te gustaba inventarte las letras. Siempre me dedicabas las canciones a mí. Sabes cómo hacer que cualquiera sea feliz. Aunque esa felicidad que proporcionas es tan efímera que a veces te odio por habérmela dado. A veces te odio por haberme hecho sonreír e ilusionarme. A veces te odio. Todas las otras te echo de menos. Y si encuentro un hueco entre la melancolía y el dolor, te sigo queriendo.
Pero no como tú crees que te quiero. No. De una manera diferente, mucho mejor. Te quiero y no me importa que tú no me quieras a mí. No sé si me entenderás, aunque después de todo lo que hemos vivido que lo entiendas es algo secundario.

Te quiere, S.

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