15 ene 2012


 -Perdona -repetí-. Deja las cosas. No te vayas.
-¿Por qué no?
-Porque te lo pido yo.
-Si quiero lástima y caridad, la puedo encontrar en otro sitio.
-No es lástima, ni caridad, a menos que la sientas tú por mí. Te pido que te quedes porque el idiota soy yo, y no quiero estar solo. No puedo estar solo.
-Qué bonito. Siempre pensando en los demás. Cómprese un perro.
Dejó caer la bolsa sobre la cama y se me encaró, secándose las lágrimas y sacando la rabia acumulada. Tragué saliva.
-Pues ya que estamos jugando a decir verdades, déjeme que le diga que usted estará solo siempre.  Estará solo porque no sabe querer ni compartir. Es usted como esta casa, que me pone los pelos de punta. No me extraña que su señorita de blanco le dejase plantado ni que todos le dejen. Ni quiere ni se deja querer.




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